La instalación estuvo conformada por tres cajas rectangulares de acrílico translúcido, ubicadas de manera que se reconocieran como féretros aludiendo, simbólicamente, a un homenaje de cuerpo presente. En su interior monté tubos de luz. Asimismo, se colocaron tres estructuras metálicas para soportar tres troncos de árbol. La instalación requirió también de textos en vinil e imágenes de rostros de personas fallecidas impresas en fotodisplay.

En la instalación se leían textos que reflejaban diferentes ideas sobre la continuidad de la vida tras la muerte. Esta obra fue instalada en el contexto del Día de muertos tanto en México como en Victoria, Canadá, la última un año antes. 

En la instalación que tuvo lugar en el Museo José Luis Cuevas de la CDMX se invitó a los visitantes a colocar textos y/o fotografías de sus seres queridos, muertos o desaparecidos, en los muros del espacio.