Esta obra se encuentra estrechamente relacionada con otras por su planteamiento y el recurso artístico empleado, que es la línea a través del dibujo. La obra consiste en establecer un vínculo, una conexión empática con las personas que transitan por el lugar, en este caso al instalarme con una mesa, dos sillas, unos plumones y 30 placas de vidrio a un costado de una de las fuentes en la Alameda Central de la Ciudad de México. 

Respecto al empleo de la línea, mi interés se enfocó en marcar con este elemento las características esenciales del rostro de las personas participantes; en este sentido, representa una exploración como límite de la forma, como elemento tangible que separa un territorio, y dado que plasmé los dibujos en vidrio, también pretendí unir el fondo con la forma: un territorio entra en otro. 

Puedo expresar la conceptuación de la obra en estos términos: la línea, herramienta de dibujo, básica, elemental, sencilla; el proceso de dibujar a las personas genera una relación directa, plasmar su rostro en el cristal, volverlo transparente, quitarle solidez a la personalidad, hacer ligero al ser humano. 

En cuanto al encuentro con las personas, mi propósito fue generar una ruptura en el acontecer cotidiano para vivir una experiencia extraordinaria —el encuentro y el retrato— que, motivando por la experiencia, deje una huella en las personas. 

Concebida como lo he mencionado, la ejecución de la obra consistió en una video instalación que comprende 30 piezas de vidrio de 60 X 40 cm, de 4 mm de espesor montados en bases de madera, con el retrato de 30 personas que participaron en la Alameda Central de la CDMX. Cada vidrio tiene un rostro realizado con plumón indeleble y un beso. A la par de la muestra de los retratos, se reproduce un video que es el registro del encuentro con las personas y el proceso de dibujar su rostro. El video se puede proyectar a muro o bien presentarlo en un monitor, siempre asociado a los dibujos. El video dura una hora y se reproduce en loop.